La Alegría es un fruto del Espíritu Santo. Ésta es como la consecuencia de la vivencia de una vida de fe.

Para este valor nos inspiramos en la Alegría manifestada por nuestra Madre María en el Magníficat: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador» Lc 1,46-47

Hay una serie de experiencias en nuestra comunidad de fe que llenan nuestro corazón de una alegría profunda:

  • El encuentro personal con el Señor Jesús.
  • La vivencia de la amistad y comunión entre nosotros, en una comunidad de fe (MVC), que responde a nuestros anhelos de ser apóstoles en el mundo.
  • La experiencia de anunciar la reconciliación y ver el encuentro de hombres y mujeres con Dios y consigo mismos.
  • La experiencia de desplegarnos creativamente según nuestros dones; de donarnos y de ver en el otro la presencia de Dios que se manifiesta desde su propio ser.
  • La vivencia del perdón y de ser perdonado, de acoger al necesitado y de ser acogido en nuestras necesidades.
  • El salir solidariamente al encuentro del que lo necesita.

Reconocemos que la alegría que nace de esta vida de fe, no aleja de nosotros el sufrimiento, sino que lo llena de sentido, porque creemos y esperamos en las promesas hechas por el Señor de felicidad eterna.

No es una alegría ingenua, ni escapista. Es una alegría que sabe asumir las distintas realidades de la vida con esperanza frente el dolor y las dificultades, sostenida por la gracia del Señor.

La alegría ha sido desde nuestros inicios una característica muy nuestra. Reconocemos que es un don del Espíritu Santo y queremos en esta etapa de renovación pedirla, vivirla y acentuarla con intensidad, para comunicar a todos la “Alegría del Evangelio” (Evangelii gaudium).

Este valor nos ayudará a vivir la confianza en Dios, a superar el negativismo, la desesperanza y a expresar libremente al Señor, que llevamos en nuestro corazón.